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Pleno empleo, ¿realidad o ficción?

Vamos a comenzar la entrada citando al presidente de los Estados Unidos, Franklin D. Roosevelt,  que hablaba del desempleo en estos términos allá por los años de 30 del pasado siglo “Ningún país, sin importar su riqueza, puede permitirse el derroche de sus recursos humanos. La desmoralización causada por el desempleo masivo es nuestra mayor extravagancia. Moralmente, es la mayor amenaza a nuestro orden social”.

El pleno empleo se produce cuando toda aquella persona que quiere y puede desarrollar una actividad remunerada lo consigue, bien sea en el sector privado o en el público. Esta situación, que ni los más antiguos recordaran en nuestro país, se ha producido a lo largo de la historia en diferentes momentos y lugares, sin embargo, hablar de ello en la actualidad con tasas de paro superiores al 20% desde hace casi una década, parece una meta inalcanzable, una utopía.

Basta con ver cualquier informativo, ya sea de televisión o radio, o repasar casi cualquier periódico, para darse cuenta  de que aunque siga sin solucionarse el elevadísimo nivel de desempleo, que probablemente sea el mayor problema que nos acucia, ya no se habla apenas de ello. Parece como si nos hubiéramos acostumbrado y se aceptara como un mal que no tiene solución y con el que tenemos que convivir.

Pero, ¿es que acaso no se pueden tomar medidas para reducir el desempleo? , ¿se están aplicando pero no funcionan? ¿o es que se rechaza el pleno empleo por motivos ideológicos?.

Vamos a ver el enfoque que se le da a este tema desde diferentes ópticas:

Según la Escuela Neoclásica,  el pensamiento económico dominante actualmente, de donde nacen muchas de la políticas neoliberales que configuran las medidas adoptadas por lo gobernantes españoles y europeos,  se sostiene que un determinado nivel de desempleo es necesario para tener controlada la inflación. Lo que en términos técnicos se conoce como NAIRU (Non-Accelerating Inflation Rate of Unemployment o Tasa de desempleo no aceleradora de la inflación). Defienden que existe un nivel de ocupación dado, que si se rebasa provoca el aumento de los precios y por lo tanto, no es deseable hacerlo. Es decir, utilizan el empleo, el medio que los ciudadanos tienen para conseguir sus ingresos y atender sus necesidades vitales, como una herramienta para controlar los precios. A todas luces, una salvajada, pero totalmente aceptada a nivel académico y también político.

Paralelamente, la existencia de este ejército de reserva de desempleados necesarios para controlar la inflación, lleva implícito otro efecto nada deseable para la clase trabajadora: el miedo a quedarse sin ingresos, causante de que en determinadas ocasiones se acepten condiciones precarias para mantener el puesto de trabajo. Esto desaparece en una situación de pleno empleo, cuando el Estado pone en marcha programas de Trabajo Garantizado, ya las personas tienen la tranquilidad de que podrán trabajar siempre que lo deseen.

Este es uno de los efectos de la falta de pluralidad en los programas de estudio de las facultades de economía españolas (y de casi todos los países), en las que sólo se enseñan los postulados económicos neoclásicos. Como se dice popularmente “de aquellos polvos vienen estos lodos”.

Por otro lado, desde la Teoría Monetaria Moderna, encuadrada dentro de la Escuela Económica Postkeynesiana,  se propone que un país con soberanía monetaria (ya vimos que significa en la entrada anterior), puede poner en marcha Planes de Trabajo Garantizado (TG) en los que el Estado garantice un empleo digno e indefinido a toda aquella persona que quiera trabajar y no encuentre una oportunidad en el sector privado, actuando como empleador de último recurso.

De esta forma, además de combatir el desempleo y el deterioro personal y económico que le supone a las personas la falta de ingresos, el Gobierno adquiere la capacidad de realizar actividades necesarias y rentables socialmente, que el sector privado no cubre por no ser susceptibles de producir beneficios empresariales. Trabajos en el ámbito del cuidado al medio ambiente, del cambio hacia un modelo energético sostenible, la reorientación del modelo productivo, la investigación y desarrollo, los cuidados de personas dependientes o multitud de necesidades educativas complementarias no satisfechas actualmente, podrían ser algunos destinos de los participantes en los planes de Trabajo Garantizado.

Otro de los aspectos positivos del TG es su capacidad para luchar contra la precariedad laboral. Al ofrecerse desde el Estado un empleo seguro y con un salario aceptable, nadie se verá obligado a aceptar condiciones laborales indignas en el sector privado.

Estas medidas ya se han aplicado, aunque de forma parcial, en algunos países con resultados satisfactorios (como el programa Jefes de Hogar en Argentina), pero en la actualidad, sobre todo a nivel europeo, parece algo muy remoto y fuera de las prioridades de la mayoría de políticas de empleo existentes. Por ello, y dada la dramática situación española en el mundo laboral, es necesario que la ciudadanía conozca que existen propuestas para combatir la falta de empleo y la precariedad, para poder exigirlas a la clase política.

Nos quedaría por abordar el tratamiento de la inflación desde el punto de vista de la Teoría Monetaria Moderna, pero eso lo veremos en las próximas entradas. No obstante, podemos adelantar que ésta no aumentará mientras que existan recursos reales ociosos (desempleados por ejemplo), dado que es un fenómeno real y no monetario como defiende la teoría neoclásica convencional.

Finalizando ya,  y para continuar con los dichos populares, nos encontramos con uno que dice “Cuando se quiere hacer algo se busca un medio y cuando no se quiere hacer se encuentra una excusa”, que en el caso del desempleo nos sirve para preguntarnos ¿es el Trabajo Garantizado el medio para acabar con él y la NAIRU la excusa para mantenerlo?.

Piensen y juzguen ustedes mismos.

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