Recordarán el retorno triunfal de Pedro Sánchez tras la reunión del Consejo Europeo de julio, por las imágenes televisadas en las que fue recibido con aplausos en el vestíbulo del Palacio de la Moncloa. Fue una dramatización orquestada para su retransmisión. Algún responsable de propaganda quería ensalzar a Sánchez como el líder que había demostrado su pericia navegando por las procelosas aguas de las negociaciones en el Consejo Europeo.
Pero esta imagen servía a más propósitos. También se trataba de un acto de reparación de la mellada imagen de la Unión Europea. Tras semanas de agrias discusiones, en las que los altaneros comentarios del primer ministro holandés habían despertado sentimientos de indignación nacional en los países meridionales, se percibía un incipiente euroescepticismo en la población española. Los medios y las elites, siempre atentos a manejar a su conveniencia nuestros sentimientos europeístas, necesitaban un golpe de efecto que redimiese a la UE.
La UE es el Congreso de Viena de nuestra era, un pacto de las oligarquías europeas para sostener el proyecto del Estado capitalista en su fase neoliberal. Las élites necesitaban representar un auto sacramental que confirmase la fe de la ciudadanía en una UE desprestigiada por el Brexit y su incapacidad de coordinar una respuesta concertada a la pandemia.
El acuerdo se jaleó en los medios europeístas —o sea, casi todos— como un momento “hamiltoniano”, en referencia al secretario del Tesoro de los Estados Unidos de finales del siglo XVII que consiguió que el Gobierno Federal asumiera la deuda que arrastraban los estados desde la Guerra de Independencia. Tras el fiasco de los Coronabonos se autorizaba a la Comisión Europea a emitir deuda que será amortizada con futuras aportaciones de los estados miembros. Un remedo de Eurobonos sin Tesoro comunitario. Pero los medios prestaron mayor atención al paquete de 750.000 millones €, Next Generation EU, que reservaba 140.000 millones para España, el mayor perceptor tras Italia. Los titulares y las aperturas de los telediarios consiguieron sosegar el incipiente euroescepticismo.
La contundencia de las cifras ha sido uno de los más eficaces golpes de efecto de la UE para recuperar la marchita imagen de la UE. Pero es tan solo un ejercicio de tramoya. Al descender en el nivel de análisis la espectacularidad de las transferencias se disipa.
Los 750.000 millones resultan ser en realidad un generoso redondeo al alza donde se metían en el mismo saco los nuevos programas del plan de reconstrucción pero también otros existentes en el anterior Marco Financiero Plurianual. Doscientos cincuenta mil millones de euros son préstamos y el Gobierno de España no los quiere. De los 140.000 millones que triunfalmente se traía el Gobierno de su negociación en el Consejo ya hay que descontar unos 60.000 millones de euros en préstamos. Venían con tantas ataduras que ha preferido renunciar a solicitarlos. Parece más prudente acudir a las emisiones de deuda del Tesoro puesto que el Banco Central Europeo (BCE), por ahora, está dispuesto a comprar más de 1,5 billones de euros en activos emitidos por los Estados miembros. El desprecio de los Gobiernos a estos préstamos ha conseguido ya una reacción de los altos funcionarios europeos. Reuters cita fuentes del BCE según las cuales la entidad estaría contemplando la posibilidad de mostrarse menos complaciente para obligar a España e Italia a aceptar esos préstamos. Para el Norte de Europa el riesgo moral de financiar a través de compras de deuda pública y transferencias a los estados meridionales resulta indigerible. Es previsible que la presión para que aceptemos instrumentos de financiación que condicionen nuestra soberanía sea cada vez más asfixiante.
Si excluimos los préstamos es cierto que dentro de Next Generation EU encontramos un Mecanismo de Recuperación y Resiliencia, dotado con 310 millones €, un programa de transferencias —de condicionalidad todavía difusa— que sí interesa a los gobiernos meridionales. El think tank Bruegel pensaba que España recibiría 57.000 millones € en el período 2021 -2023, el 70% en los dos primeros años. La mitad de esa cantidad habrían sido 20.000 millones para 2021 que podrían haberse empleado en un impulso fiscal directo. En su anteproyecto de presupuestos generales del Estado se incluye un capítulo sobre Next Generation EU en el que se maneja una cifra de 27.000 millones €, aproximadamente el 2% del PIB español.
El problema de esta cifra es que también son fuegos de artificio que ocultan que España también tiene que aportar recursos adicionales al presupuesto de la UE. Se estima que aportará 36.000 millones de euros para financiar Next Generation EU aunque parte de esos importes se aplazan al momento en que tengamos que aportar nuestra cuota parte de las amortizaciones de la deuda asumida por la CE.
El impacto neto de Next Generation EU para nuestro país serían por tanto 21 mil millones, algo inferior al 2% de su PIB en un período trianual. Dividido por tres resulta en unas pocas décimas sobre el PIB cada año. Claramente insuficiente para el reto de reconstruir una economía con dependencia patológica del sector turístico y por ello tan fácilmente fue tumbada por la pandemia.
Pero estos cálculos que manejábamos en julio han seguido menguando.
Hace dos semanas el Gobierno presentó ante el Congreso de los Diputados su anteproyecto de presupuestos generales del Estado para 2021. En este documento leemos que el Gobierno cuenta con recibir el próximo año transferencias por valor de 22.319 millones de la UE por todos los conceptos, incluyendo los demás programas dentro del marco financiero plurianual tales como los fondos FEDER, los de la política agrícola común, etc.
Tabla 1. TRANSFERENCIAS DE LA UE | 2021 | 2020 | Δ 2021-2021 | Δ 2021-2020 % |
Transferencias de la UE | 22.319 | 12.395 | 9.924 | 80% |
1. Fondos estructurales y de cohesión | 8.242 | 4.462 | 3.780 | 85% |
Fondos Estructurales el Fondo Europeo de Desarrollo Regional (FEDER) | 4.554 | 3.256 | 1.298 | 40% |
Fondo Social Europeo (FSE). | 2.817 | 1.206 | 1.611 | 134% |
2. React EU | 871 | – | 871 | |
3. Mecanismo de Recuperación y Resiliencia | 5.917 | – | 5.917 | |
4. PAC | 7.063 | 7.051 | 12 | 0% |
FEAGA | 5.740 | 5.740 | – | 0% |
FEADER | 1.161 | 1.161 | 1 | 0% |
FEMP otros recursos agrarios y pesqueros (sanidad animal y | 162 | 151 | 12 | 8% |
5. Otras transferencias | 1.097 | 882 | 215 | 24% |
Otras transferencias | 622 | 556 | 66 | 12% |
Compensación por los gastos de recaudación de los recursos propios tradicionales | 475 | 326 | 149 | 46% |
Datos en millones € |
Fuente: anteproyecto de presupuestos generales del Estado
En contrapartida, el Estado español aumentará su aportación al presupuesto comunitario incrementado de la UE y además deberá cubrir la brecha que han dejado el Reino Unido y los descuentos que hábilmente han negociado los frugales del Norte (Holanda, Austria, Finlandia y Alemania). La aportación de España pasa del 1,2% de la Renta Nacional Bruta al 1,40% en el nuevo marco financiero plurianual a lo que hay agregar los nuevos impuestos que planea Ursula Von del Leyen tales como el que recaerá sobre plásticos de un solo uso. El anteproyecto de presupuestos generales proyecta que el Estado aporte 16.543 millones € al presupuesto comunitario, un 27% más que en 2020.
Fuera de los presupuestos generales del Estado se recogen 10.000 millones € que financiarán a las comunidades autónomas. Si los sumamos estaríamos hablando de 16.788 millones de euros, una cantidad no desdeñable pero lejos de los guarismos empleados en los titulares periodísticos y las cabeceras de los telediarios. Pero en realidad 8.000 millones € los anticipa el Estado porque no se sabe cuándo llegarán los fondos de Bruselas.
En definitiva, el Estado español prevé que el saldo neto financiero a favor de España en 2021 será de 5.576 millones €, un escueto 0.5% de nuestro producto interior bruto.
El proyecto del gobierno estima un escueto ingreso de 5.917 millones € procedente del Mecanismo de Recuperación y Resiliencia y 871 millones del fondo React EU. ¿Qué paso con los 27.000 millones que iban a venir de Next Generation EU? ¿Por qué no se consignan en los presupuestos?
Un análisis de Bruegel explica en parte el misterio: la lentitud del proceso de toma de decisiones europeo –el proyecto presupuestario europeo aún debe superar trámites parlamentarios en todos los estados miembros y volver al Parlamento y al Consejo, instancias donde podría aguarse aún más— unido a las dificultades que tienen los estados para poner en marcha proyectos llevan al centro de estudios europeísta a concluir que hasta tres cuartas partes de los fondos de Next Generation EU no se desembolsarán hasta 2023. Por tanto las cantidades recogidas en el Capítulo destinado a los fondos europeos de reconstrucción no pueden reconocerse como ingreso en los presupuestos. En su anteproyecto de presupuestos el Gobierno nos dice que los créditos de Next Generation EU originarán el «correspondiente crédito cuando se disponga de los fondos durante el ejercicio». El frío análisis de los números revela que Pedro Sánchez había exagerado el tamaño de su presa.
¡Pero la crisis es hoy, no dentro de dos años!
Lo cual sólo nos permite llegar a la conclusión de que Next Generation EU no es un plan para reconstruir la economía de los países meridionales sino un proyecto propagandístico. En los años 90 del siglo pasado las obras públicas siempre se publicitaban con un cartel de grandes dimensiones en los que se informaba a la ciudadanía de que tal o cual proyecto se había financiado con fondos europeos. Poco importaba que, incluso en esos años en los que España tuvo el mayor saldo favorable con la Comunidad Económica Europea, éste nunca excedió de alguna décima porcentual sobre el 1% de nuestro PIB; en el imaginario colectivo de la población hemos construido las carreteras con dinero europeo y por tanto estamos en deuda. El truco de prestidigitación consistió en que el dinero había salido de España y luego regresado bajo el rubro de un gran cartel azul con un aro de estrellas. La baja autoestima de los españoles hizo el resto.
El truco no es inocente: encargando a Bruselas la gestión de nuestros presupuestos y dejándole que defina los criterios para repartir los fondos el Estado Capitalista Neoliberal Español arrebata a las instancias democráticamente elegidas las decisiones sobre qué recursos se movilizan en nuestra economía.