Berlín y “su” UE al asalto de la soberanía española
Tercera entrega de la serie. Las anteriores se puedes encontrar en estos enlaces:
Conclusión (provisional)
En Occidente una guerra larvada tiene lugar. Alejada de los medios de distracción masiva dos sectores de la élite combaten, cuando hace unos años apenas la concordia era total. Un sector, el hasta hace poco hegemónico y único insiste en su arremetida contra los estados nacionales. Su proyecto estrella, el megaacuerdo comercial centrado en los EEUU que comprendería un ala oriental TPP y un ala occidental TTIP (a la que la ex Secretaria de Estado Hillary Clinton llamó al OTAN económica) fue dinamitado desde el interior tras el acceso al poder de Trump. Su ascenso, sin embargo, no puede ser entendido como elemento casual y se debe sin lugar a dudas, a una división anterior dentro de las élites con la fuerza suficiente para tomar el partido republicano. Su derrota en EEUU significó un repliegue hacia su otro punto de apoyo natural. La Unión Europea. Aquí es Alemania la fuerza dominante, pero también aquí la resistencia a una desaparición de los estados y a la formación de estructuras supranacionales es fuerte. Principalmente en los países del Este europeo como Polonia y Hungría, pero también en aquellos en los que las políticas neoliberales y la cárcel del Euro está suponiendo un desgaste significativo de su otrora pujanza económica. La Italia de Salvini es el caso más claro, pero este proceso de erosión y resistencia tiene lugar también en Francia y en menor medida en Austria e incluso en Alemania. En los medios oficiales estos movimientos de tinte conservador son tildados de forma peyorativa como “populistas” y son señalados indistintamente como partidos de ultraderecha, pese a contar entre sus votantes a un número significativo de trabajadores, descontentos de las políticas neoliberales y desencantados con una izquierda posmoderna que los desprecia y estigmatiza. La característica principal de este movimientos es su rechazo a las políticas europeas y a la Unión Europea y el Euro en sí mismos.
España ha seguido un proceso algo distinto, debido a sus características especiales, marcadas por un la presión secesionista (que desdibuja bastante esta división) y la unión indeleble existente en la psique española de la idea de Europa con la de democracia. Estas características, contribuyen decisivamente a convertirnos en una víctima propiciatoria de proyectos externos, pues la división interna y los bloqueos mentales impiden un análisis correcto de lo que sucede.
Alemania, por los motivos antes expuestos, se ha convertido en el motor impulsor del ideal supranacionalista, al cual impulsa con gran intensidad, pese a las reticencias internas. Partes importantes de la élite alemana considera que la Unión Monetaria ha de completarse con una Unión Política (ahora denominada Unión Económica) y presionan para que esta se lleve a cabo, con la convicción profunda de creerse ganadores en este proceso de eliminación de naciones y creación de un superestado sin pueblo. Desde el punto de vista formal y legal, un cambio en los Tratados en Europa es irrealizable, constatadas las altas dificultades que un proyecto tal debe superar. Queda sólo por tanto la vía de forzar los hechos, aunque esta sea ostensiblemente antidemocrática. Esta vía necesita de crisis y de decisiones forzadas por la situación, que permitan acelerar o posibilitar evoluciones de otra manera vetadas.
De dos importantes representantes de las élites alemanas (Klaus Schwab y Wolfgang Schäuble) hechos visto como de motu propio afirmaban necesitar una crisis para llevar adelante sus proyectos, que al parecer ya tenían desarrollados. Esta crisis, la crisis tan deseada y tan esperada por ciertas élites y por la que también suspiraba el en 2017 fallecido David Rockefeller, está aquí, ofreciendo la oportunidad tan deseada para llevar a cabo los cambios largamente programados.
Hemos observado de cerca acontecimientos, que bien pudieran indicar que algún maniobra puediera estar preparándose. La gestión de esta crisis en España es a ojos de cualquier analista negligente cuando no nefasta. Los costes económicos están siendo gigantescos y la deuda del país (el talón de Aquiles de los estados soberanos enjaulados en el Euro) aumenta de forma preocupante. La ayuda de Europa (el programa NextGenerationEU) prevé que casi cualquier estado miembro pueda exigir cambios (recortes) en otro país que reciba ayudas. Y al mismo tiempo hemos visto que analistas cercanos al poder en Alemania hablan abiertamente de una intervención de la soberanía de España con la intervención del FMI y el Banco Mundial. En un país del tamaño de España, nada de esto sería posible con un gobierno decidido a defender su soberanía. Pero como también hemos visto, el gobierno de Sánchez es, sin lugar a dudas y siendo indulgentes en el juicio, el menos preparado para hacerlo.
Existe en España, tras un martilleo constante de los medios, una parte de la población que incluso apoyaría tal intervención, convencida de que Europa nos salvará. Estas personas deberían aprender de lo ocurrido en Grecia, donde hasta la esperanza de vida ha bajado por no hablar del recortes masivos del nivel de vida, mientras los bancos extranjeros eran rescatados. Una intervención extranjera jamás es una solución y es solo la oportunidad esperada para hacer botín del árbol caído. Esto vale para los enemigos, pero también para los amigos. Estemos atentos y comprendamos que nuestro estándar de vida sólo podrá ser defendido por los mismos que consiguieron alcanzarlos: nosotros mismos, y desconfiemos de los amigos externos y de los dirigentes internos, que nieguen esta certeza.