¿Qué es el “productivity gap”, por qué es importante y por qué existe debate incluso sobre su existencia?.
La entrada en la campaña de las primarias demócratas norteamericanas, en su momento con serias opciones de optar a la nominación, del izquierdista Bernie Sanders supuso una verdadera revolución en el discurso político estadounidense. Su clara apuesta por la recuperación del mundo del trabajo y la lucha contra las desigualdades sociales como ejes argumentativos supuso el renacer, si bien renovado y moderno, de perspectivas y análisis de la clase obrera y la distribución de la renta, que la deriva claramente socioliberal –cuando no directamente neoliberal- de los demócratas había obviado o incluso ninguneado y expulsado del debate político; quedando reducidos, en el mejor de los casos, al debate académico.
Una de estas nociones es el denominado “productivity gap” (o “brecha de productividad”), concepto que hace referencia a la progresiva desconexión que se ha venido produciendo esencialmente en las economías desarrolladas entre la evolución de la productividad y de los salarios reales. En otras palabras, entre lo que el trabajador (o, más concretamente, sus horas de trabajo) aporta a la producción de la empresa y, por el otro, el salario real que recibe de la misma en compensación por ello (de nuevo, concretamente, por sus horas de trabajo)[i]
Aunque se trata ésta de una dinámica que ya venía siendo estudiada –y denunciada- por numerosos economistas, algunos de los cuales incluso formaron parte del propio equipo económico de Sanders[ii], supuso un eje central de su campaña, con casi toda probabilidad, por al menos tres razones: en primer lugar, por el carácter netamente injusto que el mismo refleja, representando una sobreexplotación de los trabajadores que ven progresivamente menguada, en términos relativos, la magnitud de lo que reciben como fruto de su trabajo –y ello, esencialmente, como consecuencia directa de la flexibilización de los mercados de trabajo-; por otro, por el fuerte cariz político que posee esta cuestión, en tanto el inicio de la misma arranca con el agotamiento del régimen de acumulación keynesiano (“keynesianismo bastardo”, en puridad), y su sustitución por el de corte neoliberal desde mediados de la década de los setenta y, finalmente, desde el inicio de los ochenta gracias a lo que se conoce como “revolución conservadora” –y que tiene en esa flexibilización del mercado laboral y enfrentamiento contra la lucha organizada de los trabajadores uno de sus ejes políticos-. En tercer y último lugar, siendo éste el elemento más relevante por ser el que se ha añadido al debate público y especialmente al político gracias a la campaña de Sanders, por sus nocivos efectos económicos en el largo plazo hasta el punto de poder considerársele el eslabón inicial de la crisis financiera desatada en 2008.
Desarrollado este punto concreto, ese desacople fruto de la erosión deliberada contra la capacidad de negociación colectiva de los trabajadores es, como se ha dicho, un claro factor de inestabilidad macroeconómica. Concretamente, el proceso sería el siguiente: al generalizarse esa ralentización en el crecimiento de la remuneración del trabajo respecto de lo que éste aporta a la producción, lo que en realidad se produce una redistribución regresiva de la renta a nivel nacional, perdiendo la masa salarial peso en favor al excedente bruto empresarial con independencia del ritmo de crecimiento económico (en otras palabras, aunque la economía sigue creciendo –si bien, como se señalará al final, a menor ritmo justo por este fenómeno-, los rendimientos de la producción generada por la misma oscilan a favor del capital y en contra del trabajo); así, por ese desacople, en la actualidad el excedente empresarial se está apropiando de una cantidad del valor generado por los trabajadores superior a la que sería la “lógica” para continuar el proceso productivo y remunerar en su proporción racional al capital. Este desequilibrio, a nivel agregado, provoca un sobreexceso de ahorro, pues ahora el excedente empresarial no solo se nutre de los beneficios generados por la actividad económica, sino de hurtar a los trabajadores una parte de adicional de su contribución a la producción generada. Desde un punto de vista ortodoxo esto sería positivo –aunque, como se señalará, en su concepción del proceso en sí mismo es imposible, y por eso intenta negarse su propia existencia-, pues supondría la disponibilidad de mayores recursos empresariales que pueden ser dirigidos a la inversión y, por tanto, al crecimiento económico y del empleo; sin embargo, obviamente, si se produce un exceso de ahorro por esa redirección de rentas desde la masa salarial hacia el capital se ha de dar y se da, paralelamente, una carencia de rentas de consumo, lo que hace inútil ese proceso de extracción desde los salarios en tanto que el propio proceso mismo desincentiva las expectativas de consumo y, por tanto, la inversión, pues las propias empresas no encuentran expectativas de beneficios para las rentas extraídas. Así, ante esta contradicción de la existencia de abundantes rentas para la inversión a la vez que, en términos relativos, menguan las rentas para el consumo, el sistema neoliberal encuentra un modo de re-equilibrio mediante el incremento del endeudamiento de los trabajadores para favorecer el consumo que el inherente proceso de recrudecimiento de extracción de rentas salariales ha erosionado; si bien los recursos que se proporcionan a éstos en forma de préstamos son, precisamente, los que les fueron hurtados en ese proceso de aparición e intensificación del “productivity gap”. En otras palabras: inicialmente, se erosionan las rentas del trabajo para ser apropiadas por las del capital para, después, cuando éste verifica que ello erosiona el consumo y, por tanto, desincentiva la inversión, procede vía sistema financiero a proveer de recursos a los trabajadores para el consumo, si bien éstos recursos no son otra cosa que las rentas que originariamente les han sido extraídas desde los salarios. Así, se da un doble proceso: extracción de recursos de la masa salarial hacia el capital, primero, y “sustitución de salarios por deudas”[iii] financiadas por aquellos, después.
Así esta dinámica constituye, en realidad, el eje central de lo que se ha denominado como proceso de “financiarización” de la economía, siendo la clave de explicación post-keynesiana para la crisis actual. Y es que, una vez que los rendimientos generados por el nuevo endeudamiento comienzan a ser inferiores a los intereses que ha de pagarse por éste o por las actividades económicas a las que el mismo se ha dirigido (esencialmente, la construcción), se produce el colapso financiero[iv]. En definitiva, tal y como han señalado algunos autores:
la deuda de los hogares debe ser vista como la contrapartida de una profunda redistribución regresiva de la renta desde los años ochenta. En un contexto de desregulación financiera y una relajación de las restricciones de liquidez en los hogares de bajos y medios ingresos […] la creciente deuda de los hogares es vista como la respuesta a la caída o los salarios reales estancados y salarios, e incluso como respuesta a un ritmo de crecimiento de los salarios que, sin embargo, no era lo suficientemente persistente como para mantenerse a su vez paralelo al ritmo de crecimiento de la productividad”. […] “la deuda de los hogares parece ser capaz de proporcionar la solución a la contradicción fundamental entre la necesidad de un alto y creciente nivel de consumo, para el crecimiento de la producción real, y un marco de condiciones antagónicas en la distribución del ingreso que limita el crecimiento del ingreso real de la gran mayoría de sociedad. De hecho, se plantea no sólo como la mejor solución a esta contradicción fundamental, sino que parece generar el mejor de los mundos posibles para los sectores más ricos de la población. Y ello porque con la sustitución de salarios por préstamos, la proporción de los ingresos reales resultantes para los capitalistas es alimentado también por el interés que los asalariados deben pagar por los préstamos que obtienen de los propios capitalistas. Además, la carga del servicio de su deuda les empuja, más pronto o más tarde, a trabajar más y durante más tiempo horas […] lo que contribuye a la persistencia de los bajos salarios y costes laborales[v].
Sin embargo, aunque estas dinámicas son verificables y conforman una visión sólida sobre el comportamiento reciente de las economías desarrolladas, es evidente que, justo por ello, ha recibido numerosos ataques desde la ortodoxia económica, la cual, en pleno hundimiento intelectual, no puede permitirse el asentamiento de visiones que pongan éste de manifiesto. Y es que el “productivity gap”, de un lado, dota de un discurso que ya no sólo se centra en lo injusto del funcionamiento del sistema neoliberal, sino que señala a la agresión constante de éste al mundo del trabajo como la causa central de las contradicciones de la fase actual del capitalismo, es decir, ya no sólo cuestiona el status quo a cuya defensa la ortodoxia neoliberal sacrifica la honestidad intelectual, sino que pone en jaque la eficiencia de las políticas que ésta abandera. Incluso, para más inri, su propia existencia supone una demostración más, como ya dejaron patentes las “Controversias de Cambridge” durante el siglo pasado, de la inviabilidad teórica y práctica de las sagradas leyes marginalistas que constituyen su base teorética (pues, según éstas, como se dijo y como podrá señalar cualquier estudiante de primero de Economía, es imposible que el mercado libre retribuya los factores productivos de manera diferente a su aportación al producto). Por si fuera poco, pone en solfa la profunda hipocresía que supone que, desde el neoliberalismo, se utilice al Estado –a través de la desregulación- para conseguir los objetivos políticos de un grupo social –la élite socio-económica, por supuesto-.
Errores empíricos en la negación ortodoxa del “productivity gap” y exposición de la metodología para su correcta cuantificación.
Ante esta amenaza, verificada especialmente en el discurso político de Sanders gracias al equipo de economistas de que se nutrió para intentar derrotar al establishment financiero –y, por ende, de su partido-, ¿cuál ha sido la respuesta ortodoxa? No otra que la propia negación del fenómeno, sin entrar siquiera a cuestionar el hecho de que, en virtud del “productivity gap”, se termina por propiciar el colapso financiero. Es esto lo que ha ocurrido a raíz de un reciente tuit de Ignacio Álvarez Peralta poniendo de manifiesto este gap, frente al cual otro economista, buen conocedor de la materia según el post redactado por él mismo sobre ella, pretendía refutar el dato aportado por Álvarez Peralta bajo la tesis de que “ese desacople ya está falsado y replicado por papers recientes. Básicamente porque se comparan peras con manzanas”. Resumiendo la extensa bibliografía que este usuario manejaba sobre el tema, él mismo aducía tres argumentos metodológicos para “derribar” la propia existencia del “productivity gap”:
¿Cuáles son los factores que explican esta diferencia entre el “gross decoupling” [el gap tal y como se venía estimando hasta ahora-] y el “net decoupling” [el gap tal y como queda –sustancialmente reducido, por supuesto- una vez son “corregidos” los diversos errores metodológicos] […] Aunque el estudio facilita el porcentaje de cada uno de los componentes, para el caso de Estados Unidos se describen los tres más importantes:
1. Beneficios: No debe compararse salarios con productividad, sino compensación con productividad. ¿La diferencia? la compensación no solo incluye los salarios, sino otros componentes como aportaciones a planes de pensiones, seguro médico, componente de salario variable, o transferencias. En 2010 este componente explicaba el 14.93% de la diferencia.
2. Deflactores: Para corregir por inflación, utilizar deflactores diferentes explica un 30.62%, que es la diferencia entre el deflactor del PIB e IPC en Estados Unidos.
3. Desigualdad: En términos estadísticos, utilizar la media es mucho más cualitativo que la mediana, ya que la segunda no captura la desigualdad salarial creciente desde los años 80, y que explica el 14.95% de la diferencia[vi].
Incluso entendiendo que estas críticas, tal vez, pudieran tener cierta validez para según qué estudios, es decir, pudiendo llegar a conceder el beneficio de la duda en ese sentido, en este post se pretende demostrar que el “productivity gap” no sólo existe en Estados Unidos, sino que es una dinámica desgraciadamente global y, por tanto, puede demostrarse tal existencia siguiendo una metodología clara y aplicada sobre una base de datos uniforme. En nuestro caso, procederemos a calcular el “productivity gap”, con una metodología similar para dieciséis economías desarrolladas y no sólo para la economía estadounidense, que es aquella en la que se centran los trabajos de investigación que ponen en duda la metodología utilizada en su cálculo, así como, lógicamente, una base de datos única, la cual no será otra que AMECO, es decir, la oficial de la Comisión Europea. De este modo, a la vez que se evitan las disfuncionalidades que puede provocar la utilización de una base de datos nacional, se extiende el análisis para corroborar la globalidad de este fenómeno, cuidando, punto por punto, no incurrir en los errores que denuncia este economista y, con ello, demostrando lo errado de su tesis.
La primera precisión, dirigida a evitar distorsiones por “efecto composición” en el empleo (es decir, por la diferente tipología existente en el seno del mismo), es que se calculará el “productivity gap” “por hora trabajada” y no “por trabajador”, lo cual, de hecho, coincide exactamente con la metodología utilizada en la bibliografía que éste recoge como asidero en contra de la existencia de este gap. Dicho esto, en primer lugar, AMECO ya proporciona una variable relativa a la productividad por hora trabajada (denotada como 6.4 HVGDH), si bien, al contrario de lo que ocurre con la productividad por trabajador, el PIB per cápita o los CLU, es aportada únicamente en relación al PIB nominal, o corriente, y no al real, o a precios constantes. Por ello, la primera operación a realizar es tomar el PIB a precios constantes (6.1 OVDG) y proceder a dividirlo entre el total de horas trabajadas (6.4 NLHT). En este punto cabe destacar de manera importantísima ya que, en relación, el paso en relación el PIB nominal al real, que se hace mediante el deflactor, éste último es denotado como 6.1 PVDG.
Obtenida esta medición más precisa de la productividad por hora de trabajo[vii], ha de obtenerse el salario real por hora trabajada, variable respecto de la cual la metodología de AMECO muestra ya y de manera directa cómo los tres puntos en los que el autor sintetiza su crítica al “productivity gap” son completamente salvables mediante el procedimiento que aquí estamos utilizando y, por ende, que éste existe de manera efectiva, como ahora se demostrará. Concretamente, el salario real por hora trabajada no es otra cosa que el cociente de éste entre las horas trabajadas. Centrándonos en el denominador del salario real y, por tanto, en relación a la crítica sobre la teórica utilización de diferentes deflactores, la variable salario real (7.5 RCWD) está deflactada, justamente, por el deflactor del PIB (6.1 PVDG), es decir, la misma que se ha utilizado para calcular la productividad real por hora, tal y como se puede demostrar en el cuadro inferior (parte sombreada).
Metodología de cálculo del salario real por empleado según AMECO.
Refutada la posibilidad de utilización de deflactores diferentes, la crítica sobre la utilización del “salario” y no del conjunto de la “compensación” que recibe el trabajador, es decir, la que afecta al numerador del salario real, tampoco tiene viabilidad según la metodología que se va a proceder a utilizar. Y es que, tal y como puede apreciarse en el cuadro anterior, el necesario cálculo inicial del salario nominal por trabajador –pues luego se deflacta para obtener el real- se realiza dividiendo el total de la masa salarial (7.1 UWCD) entre el total de trabajadores asalariados de la economía en cuestión (1.7 NWTD). Pues bien, esa masa salarial, en realidad, no comprende sólo el salario: en relación a la crítica formulada de que la comparación se realiza entre productividad y salarios y no entre ésta y la compensación global -lo cual dejaría fuera del análisis “otros componentes como aportaciones a planes de pensiones, seguro médico, componente de salario variable, o transferencias”-, la masa salarial (7.1 UWCD) está compuesta por la totalidad pormenorizada del resto de componentes que comprenden el agregado de la compensación además del salario, tal y como refleja el cuadro siguiente (parte sombreada). De hecho, para que no exista duda alguna, si se profundiza en lo esquemático de la referencia “wages and salaries (D. 11)”, éste abarca por un lado, el “4.03 Wages and salaries in cash include the values of any social contributions, income taxes, etc. payable by the employee even if they are actually withheld by the employer and paid directly to social insurance schemes, tax authorities, etc. on behalf of the employee”[viii] así como “4.04 Wages and salaries in kind”[ix]. Igualmente, bajo la escueta referencia a “employer´s social contributions (D. 12)”, éstas abarcan “an amount equal to the value of the social contributions incurred by employers in order to secure for their employees the entitlement to social benefits needs to be recorded under compensation of employees. Employers’ social contributions may be either actual or imputed”[x].
Metodología para el cálculo de la masa salarial (para calcular, posteriormente, el salario nominal y real).
Tal y como queda demostrado en las extensas y detalladas notas al final del artículo no podría sostenerse, si se quisiera atacar la existencia del “productivity gap” cuando se utiliza la base de datos de AMECO, que ésta es incompleta en lo que a partidas salarios y compensatorias en general se refiere. De hecho, no habrá pasado inadvertido que la propia base de datos se refiere constantemente a “compensation” y no a “wages”.
Finalmente, si tenemos en cuenta que el cálculo del salario nominal por trabajador (compensación nominal por trabajador, en realidad) es, sencillamente, la división del total de la masa salarial entre el total de trabajadores (tal y como refleja el cuadro siguiente), dicho cálculo no es otro que el de la media aritmética, y no la mediana. De este modo, de nuevo, yerra el autor en la crítica que aquí realiza en relación a la contraposición entre media y mediana.
Metodología para el cálculo del salario nominal (para calcular, posteriormente, el salario real).
El “productivity gap” por hora en las economías avanzadas
Hasta aquí se ha podido comprobar que las características de la base de datos AMECO permite salvar la totalidad de problemas metodológicos que el negacionismo con el “productivity gap” argumentaba para sustentar la inexistencia del desacople entre salario real (compensación real, de hecho) y productividad real. Corresponde ahora, por tanto, aplicar la información aportada por esta base de datos, según la metodología expuesta, al mayor número posible de economías que permita la misma.
En ese sentido, cabe hacer varias precisiones antes de exponer los gráficos que demuestran que, efectivamente, el “productivity gap” es un hecho constatable cuya existencia admite difícil discusión. La primera de ellas es que aunque la mayoría de datos de la base AMECO se remontan hasta 1960, desgraciadamente, el total de horas trabajadas lo hace desde 1970 (con las excepciones de Francia y Dinamarca, la cuales, para mayor enriquecimiento, se exponen en sus dos versiones temporales). En segundo lugar, algunas economías avanzadas relevantes, como la austriaca y la griega, no aportan este dato hasta los años noventa, por lo que no han sido incluidas en la muestra. Por último, para los casos de Noruega e Islandia, estas series son construibles hasta 2014, mientras que en para Japón y Canadá 2015 es el último año de datos disponibles.
Evolución de la compensación real y la productividad, ambas por hora, en las principales economías avanzadas (1970-2018) (1970 = 100). Datos provisionales para 2017 y estimación para 2018. Fuente: AMECO
Conclusión
El trabajo realizado tenía como objeto realizar una cuantificación del “productivity gap” que no incurriera en los errores metodológicos que, teóricamente, se encuentran presentes en las cuantificaciones tradicionales de esta dinámica. Cuidadosamente, se ha seguido una metodología que evitara los mismos y se ha detallado pormenorizadamente el proceso de construcción de las series históricas. Así, el resultado ha sido que el “productivity gap” se verifica país a país para todas las economías para las que es posible construir series históricas, demostrando la desconexión entre salarios reales y productividad tras el cambio de paradigma económico en la década de los ochenta.
Sintetizando todo lo anterior, puede afirmarse que carece de sentido, teórico y empírico, negar la existencia de esta dinámica (y de sus efectos); que la misma demuestra -una vez más-, la vacuidad de las leyes marginalistas; y, finalmente, que las élites socio-económicas y la ortodoxia teórico-académica en que se sustenta son capaces de conducir a las economías a un resultado subóptimo para el conjunto de la sociedad -basado en un menor crecimiento, pues el mayor endeudamiento de los trabajadores no es capaz de compensar la reducción del potencial de consumo en tanto gran parte de los recursos salariales hurtados se dirigen a la especulación financiera, y una mayor inestabilidad, justo por la extensión de esta última- pero que constituyen, como señalaban algunos de los autores citados, “el mejor de los mundos posibles” para la élite socio-económica.
[i] Denominación dada por Mishel, L., Bernstein, J., y Allegreto., S., “The State of Working America 2006/2007”, Ithaca, NY: Cornell University Press, Enero, 2007, págs. 146 y ss. A modo de ejemplo, importante think tank progresista que ha tomado esta cuestión como central en sus investigaciones es el Economic Policy Instituye: http://www.epi.org/publication/understanding-the-historic-divergence-between-productivity-and-a-typical-workers-pay-why-it-matters-and-why-its-real/.
[ii] Reich, R., Aftershock. The next economy and America´s future, Vintage Books, NY, 2009, pág. 115.
[iii]Barba, A., y Pivetti, M., “Rising household debt: Its causes and macroeconomic implications—a long-period analysis”, Cambridge Journal of Economics, 2009, 33, pág. 121.
[iv] Stockhammer, E., “Some Stylized Facts on the Finance-Dominated Accumulation Regime”, Political Economy Research Institute, Workingpaper series, Number 142, 2007; Palley, T. I., “Financialization: What It Is and Why It Matters”, Working Paper No. 525, The Levy Economics Institute and Economics for Democratic and Open Societies Washington, D.C., December 2007; Stockhammer, E., Onaran, Ö. and Ederer, S. “Functional income distribution and aggregate demand in the Euro área”, Cambridge Journal of Economics, 2009, 33 (1): 139-159, Stockhammer, E., “Determinants of functional income distribution in OECD countries”, Studie für das IMK, Studies 5/2009.; Stockhammer, E., “The finance-dominated accumulation regime, income distribution and the present crisis”, Papeles de Europa, Núm. 19, 2009, págs. 58 a 81; Stockhammer, E., “Determinants of functional income distribution in OECD countries”, Institut für Makroökonomie und Konjunkturforschung (IMK) in der Hans-Böckler-Stiftung / Macroeconomic Policy Institute, Studies 5/2009; Stockhammer, E., “Financialization and the Global Economy”, Political Economy Reserach Institute, Working Paper Series, 2010, N. 240.
[v] Barba, A., y Pivetti, M., “Rising household debt: Its causas…” op. cit., p. 122.
[vi] http://www.elblogdedaniel.com/mito-24-desacople-salarios-productividad/
[vii] De hecho, si se utilizara de la que provee directamente la base de datos, el gap sería, en realidad, mucho mayor, pues la producción se vería constantemente multiplicada por el nivel de precios, hecho que no se daría en relación al salario real y que, por tanto, ampliaría la distancia entre las dos variables que componen aquél.
[viii] Lo cual incluye: basic wages and salaries payable at regular intervals; enhanced rates of pay for overtime, night work, weekend work, disagreeable or hazardous circumstances; cost of living allowances, local allowances and expatriation allowances; bonuses based on productivity or profits, Christmas and New Year bonuses excluding employee social benefits (see paragraph 4.07c), ’13th – 14th month’ pay (annual supplementary pay); allowances for transport to and from work, excluding allowances or reimbursement of employees for travelling, separation, removal and entertainment expenses incurred in the course of their duties (see paragraph 4.07a); holiday pay for official holidays or annual holidays; commissions, tips, attendance and directors’ fees paid to employees; ad-hoc bonuses or other exceptional payments linked to the overall performance of the enterprise made under incentive schemes; payments made by employers to their employees under saving schemes; exceptional payments to employees who leave the enterprise, if those payments are not linked to a collective agreement; housing allowances paid in cash by employers to their employees (http://www.hagen-bobzin.de/vorlesungen/others/esa95/chap04_03.html).
[ix] En ese sentido, “Wages and salaries in kind consist of goods and services, or other benefits, provided free or at reduced prices by employers, that can be used by employees in their own time and at their own discretion, for the satisfaction of their own needs or wants or those of other members of their households. Those goods and services, or other benefits, are not necessary for the employers’ production process. For the employees, those wages and salaries in kind represent an additional income: they would have paid a market price if they had bought these goods or services by themselves.
The most common are meals and drinks, including those consumed when travelling on business (because they would have been taken anyway) but excluding special meals or drinks necessitated by exceptional working conditions. Price reductions obtained in free or subsidised canteens, or obtained by luncheon vouchers, are to be included in wages and salaries in kind; own account and purchased housing or accommodation services of a type that can be used by all members of the household to which the employee belongs; uniforms or other forms of special clothing which employees choose to wear frequently outside of the workplace as well as at work; the services of vehicles or other durables provided for the personal use of employees; goods and services produced as outputs from the employer’s own processes of production, such as free travel for the employees of railways or airlines, free coal for miners, or free food for employees in agriculture; the provision of sports, recreation or holiday facilities for employees and their families; transportation to and from work, except when organised in the employer’s time, car parking; crèches for the children of employees; payments made by employers to works councils or similar bodies; bonus shares distributed to employees; remuneration in kind may also include the value of the interest foregone by employers when they provide loans to employees at reduced, or even zero, rates of interest. This value may be estimated as the amount the employee would have to pay if average mortgage (when buying houses) or consumer loan (when buying other goods and services) interest rates were charged, less the amount of interest actually paid. An imputed payment from the employee is rerouted in the primary distribution of income account back to the employer (http://www.hagen-bobzin.de/vorlesungen/others/esa95/chap04_04.html).
[x] En relación a la última precisión “employers’ actual social contributions (D.121) consist of the payments made by employers for the benefit of their employees to insurers (social security funds and private funded schemes). These payments cover statutory, conventional, contractual and voluntary contributions in respect of insurance against social risks or needs”. (http://www.hagen-bobzin.de/vorlesungen/others/esa95/chap04_06.html) Por su parte “employers’ imputed social contributions (D.122) represent the counterpart to unfunded social benefits (less eventual employees’ social contributions) paid directly by employers to their employees or former employees and other eligible persons without involving an insurance enterprise or autonomous pension fund, and without creating a special fund or segregated reserve for the purpose” (http://www.hagen-bobzin.de/vorlesungen/others/esa95/chap04_07.html).
Sin intención de negar la mayor pero si de despejar dudas me gustaría que este tipo de análisis incluyesen el efecto de “los alquileres imputados”, ese componente del PIB que evalúa el alquiler que los propietarios de vivienda propia deberían pagarse a ellos mismos (renta ficticia) y que en España ronda el valor del 7% de PIB. Como eso se crea “sin trabajo asociado” habría que ver la evolución de este parámetro desde su introducción para calcular el gap real, de la misma forma que debería introducirse en el análisis recurrente de la distribución del PIB entre el capital y trabajo.
No sería interesante dibujar la compensación mediana a fin de ver que parte del gap de productividad de la economía española se debe a la desigualdad de remuneraciones.
Una vez eliminado la brecha “términos de intercambio” y conocida la desigualdad de las remuneraciones, podremos conocer la parte que se apropia las rentas del capital
he cometido un error. La remuneración es la media y al eliminarse las diferencias de crecimiento entre el IPC y el deflactor del PIB, el gap recoge lo que va a parar a las renta de capital. ¿Es correcto?
Creo q si dibujaramos el salario mediano por hora habria dos tipos de desigualdad: desigualdad salarial y desigualdad factorial. Habria que analizar cual de las dos es mas importante ren España. Yo me inclino por la primera
En la negación ortodoxa del gap de productividad-compensación también se hace mención a que lo que se compara es el PIB real con la compensación real, cuando lo que se debería comparar es el PIN real con la compensación real, toda vez que la medida neta es una medida más precisa del aumento de la renta disponible para ser distribuida entre los factores productivos. Pues bien si comparamos el PIN a precios constantes por horas trabajadas (PIB a precios constantes menos consumo de capital fijo) con la compensación real por horas trabajadas y ambos deflactados por el Deflactor del PIB el gap se mantiene, aunque se reduce. Mientras que con la productividad neta el GAP en el año 2016 es de 93 (264-171) con la productividad neta es de 70 (241-171).
La actualización de la base de datos AMECO nos indica que se estima para el año 2019 que el GAP siga creciendo.
Los datos son para España
En un nuevo documento Larry Summers and Anna Stansbury ” Productivity and Pay: is the link broken? (Peterson International Institute) aceptan la existen de una creciente brecha entre productividad-remuneración y concluyen que en general, no parece existir una fuerte relación, a corto o medio plazo, entre las medidas del progreso tecnológico y los cambios en la participación laboral o los cambios en la ratio remuneración media-mediana.