Históricamente, no existe ninguna correlación clara en la que el incremento de tipos de interés haya supuesto una bajada de precios, ni una disminución de la demanda de crédito.
El Banco Central Europeo y la Reserva Federal han decidido empezar a subir los tipos de interés para frenar la inflación. La medida viene justificada porque, en teoría, si sale más caro pedir un préstamo, la gente gastará menos y así disminuirá la inflación.
El economista J.K. Galbraith creó el concepto de «sabiduría convencional», en un tono irónico, para referirse a todos aquellos dogmas económicos ampliamente aceptados a pesar de no tener ninguna evidencia empírica ni histórica.
Así pues, subir tipos de interés igual a disminución de la inflación forma parte de esta sabiduría convencional, a pesar de no tener ningún fundamento demostrable. Históricamente, no existe ninguna correlación clara en la que el incremento de tipos de interés haya supuesto una bajada de precios, ni una disminución de la demanda de crédito.
En primer lugar, debemos tener en cuenta que no solemos pedir un préstamo para realizar la compra, llenar el depósito del vehículo o pagar el suministro eléctrico de nuestros hogares, que son los elementos del IPC que más han subido. Consecuentemente, incrementar los tipos de interés no tendrá mucha utilidad para luchar contra la inflación, pero sí servirá para encarecer la cuota hipotecaria o la cuota de cualquier otro tipo de préstamo que estemos pagando, ya que los tipos de interés que fijan los bancos centrales sirven de referencia para todos los demás tipos de interés, como el Euribor. En consecuencia, con esta medida se favorecerá no sólo el oligopolio energético sino también a las entidades financieras, dificultando aún más el acceso a la vivienda.
En segundo lugar, no tiene sentido que los economistas ortodoxos digan que si se incrementa de forma continuada el precio de la energía, los alquileres, los alimentos… esto provoca inflación, pero que si aumentan los tipos de interés, que es el precio del dinero y, por tanto, el coste de financiación de las empresas, este hecho disminuye la inflación.
Al igual que el coste de la energía, el coste de financiación es un coste universal de todas las empresas. Por consiguiente, es muy probable que este incremento de tipos de interés de las empresas repercuta en los productos que fabrican o comercializan. En consecuencia, la mayoría de empresas no perderán su margen de beneficios, sino que lo mantendrán o inflarán aprovechando la coyuntura, y el incremento de tipos de interés lo recuperarán subiendo los precios de sus productos. Por eso, aumentar los tipos de interés casi siempre acaba siendo una medida inflacionista. Al final, quien acaba pagando la inflación es el consumidor final, quien no puede repercutir a nadie la subida de precios.
…es muy probable que este incremento de tipos de interés de las empresas repercuta en los productos que fabrican o comercializan.
En tercer lugar, otro argumento en contra de la política monetaria como herramienta válida para combatir la inflación es que el tipo de interés actual se utiliza como referencia para ver cómo van a evolucionar los precios en el futuro. Es lo que se llama la estructura temporal de precios. Cuanto más elevados sean los tipos de interés actuales, mayores serán los precios en el futuro.
Además, la subida de tipos de interés incentivará a los bancos a conceder créditos, porqué ganarán más en cada operación. Por todo ello, parece que subir los tipos de interés no ayuda a disminuir la inflación, sino todo lo contrario.
¿Inflación de demanda o inflación de oferta?
La típica explicación de los economistas de la subida de precios es que la demanda supera a la oferta. Los halcones de la inflación apuntan con sus dedos acusadores de que la excesiva ayuda económica por la pandemia ha sido la causa de la inflación. Sin embargo, el aumento de la demanda agregada ha jugado un papel minoritario en la generación de la inflación, por diversos motivos. La capacidad productiva de la economía española está muy lejos de su plena capacidad, la tasa de paro española es muy alta y los vendedores tienen dificultades para vender a causa de una paupérrima demanda agregada producto de décadas de austeridad. Por último, las últimas estadísticas sobre negociación colectiva del año 2022 reflejan una subida salarial del 2,4%, muy por debajo del 8,7% de la inflación actual. Así, si los salarios crecen por debajo de la inflación, los salarios no pueden ser la causa del aumento de la inflación.
La inflación actual es una inflación de oferta, motivada por disrupciones de las cadenas de suministro global causadas por la pandemia, unas cadenas que se han convertido en muy frágiles ya que se han deslocalizado en puntos lejanos y se han eliminado existencias al máximo, todo con el fin de obtener mayores beneficios. También hay evidencia de que empresas con poder de fijación de precios han aprovechado la pandemia para incrementar sus márgenes mediante la limitación intencionada de la producción, creando así una escasez artificial.
Los economistas de la corriente principal tratan los precios como determinados por los mercados. En el mundo real, la casi totalidad de precios son fijados por las empresas con el grado de poder de fijación de precios dependiendo de la cantidad de competencia existente en el sector correspondiente. Hay estudios que demuestran que el grado de competencia es cada vez inferior y que el número de empresas en cada sector disminuye año tras año, convirtiéndose en oligopolios. El oligopolio energético es un claro ejemplo y es el principal responsable de la inflación actual.
El oligopolio energético es un claro ejemplo y es el principal responsable de la inflación actual.
Nunca debemos olvidar que la inflación es el resultado de un conflicto en la distribución de rentas. En este sentido, mirando las cifras astronómicas de beneficios de este año y el récord histórico de distribución de dividendos de algunas empresas energéticas del IBEX 35, nos deja claro quién gana y quién pierde en este conflicto. Asimismo, el conflicto bélico y las nefastas decisiones geopolíticas de nuestros dirigentes han contribuido también a la subida de precios del gas y el petróleo.
En definitiva, los bancos centrales no disponen de ninguna herramienta para controlar la inflación. Si las subidas de interés son moderadas sólo servirán para encarecer las hipotecas, y si son suficientemente elevadas provocarán su impago, insolvencias y quiebras de empresas, lo que dará lugar a una crisis financiera y finalmente a una depresión económica.
En consecuencia, se destruirán puestos de trabajo, cerrarán empresas, se producirán recortes de salario, pérdidas de facturación, etc. Tendremos inflación más depresión económica, la llamada estanflación, causada por luchar la inflación de oferta mediante la represión de la demanda. De hecho, la herramienta más adecuada para combatir la inflación de la demanda sería la política fiscal. Y sí, tal vez sí, que después de provocar millones de parados y el cierre de miles de empresas la inflación remite un poco, ¡pero a qué precio!
De forma paralela, la subida de tipos de interés provoca una extracción de rentas de la clase media-baja hacia la parte de la sociedad más opulenta, por lo que es una medida regresiva que agrava aún más la desigualdad. Algunos economistas heterodoxos consideran que elevar los tipos de interés es beneficencia para los ricos.
…elevar los tipos de interés es beneficencia para los ricos.
Conviene destacar que subir los tipos de interés es una decisión política totalmente autónoma del banco central, que es el emisor en monopolio del dinero. Por tanto, los “mercados” no pueden imponer al gobierno qué tipo de interés debería pagar.
Aparte de eso, la partida de pago de intereses de los Presupuestos Generales del Estado aumentará, a pesar de no tener ninguna utilidad social ni económica, y servirá como excusa perfecta para recortar el gasto social en sanidad, educación y pensiones.
En conclusión, elevar los tipos de interés no hará que el cártel de la OPEP disminuya precios, ni mejorará las cadenas de suministro, ni erradicará la COVID, ni servirá para resolver los conflictos bélicos y geopolíticos actuales que provocan la inflación.
La solución a largo plazo de la inflación debería ser un plan de transición energética para eliminar la dependencia de combustibles fósiles, un plan para reducir la fragilidad de las cadenas de suministro y un aumento de la capacidad productiva local, entre otras medidas. Todo ello, necesita inversiones productivas que suelen ser sensibles al tipo de interés, hasta el punto de que aumentar los tipos de interés podría imposibilitar que estas inversiones estratégicas se llevaran a cabo.