En lugar de abrazar la moneda de Facebook, deberíamos de buscar una opción pública para una moneda digital.
La semana pasada, el Comité Bancario del Senado y el Comité de Servicios Financieros de la Cámara celebraron audiencias con David Marcus, el jefe de la nueva moneda digital propuesta por Facebook, Libra. La intención declarada de Libra es establecer una “moneda estable construida en base a una cadena de bloques segura y de código abierto, respaldada por una reserva de activos reales y gobernada por una asociación independiente”, que será accesible para “cualquier persona que use un teléfono inteligente de 40 dólares”. Su objetivo es convertirse en nada menos que en el “Internet del dinero”.
Ambos comités interrogaron a Marcus sobre varias omisiones, inconsistencias y caprichos en su testimonio, así como del infame Libro Blanco de Libra. En una sorprendente muestra de “bipartidismo”, los miembros de ambos partidos expresaron fuertes y legítimas preocupaciones sobre el potencial de la criptomoneda Libra para aumentar el riesgo sistémico, facilitar la evasión regulatoria e invadir la soberanía estatal.
Marcus, por su parte, fue hábil pero poco convincente. Por ejemplo, negó que Libra operara como un fondo de inversión (Exchange Trade Fund), a pesar de admitir que cada unidad monetaria estaría respaldada por una canasta fija de activos financieros, exactamente como un ETF. También afirmó que el monedero spin-off de Facebook, Calibra, funcionaría como un transmisor de dinero con licencia, a pesar de que tienen prohibido invertir los saldos de los clientes en valores, como pretende hacer el Fondo de Reserva de Libra.
Además, negó que Libra o las entidades afiliadas tengan la intención de participar en servicios que requieran la obtención de licencias bancarias en cada jurisdicción donde operan, contradiciendo las afirmaciones anteriores de los ejecutivos de Calibra de que eventualmente podrían ofrecer servicios de crédito como WeChat, Alipay y M-Pesa.
La estrategia de cumplimiento normativo de Facebook se consideró poco desarrollada en el mejor de los casos, e ilegal en el peor: una posición peligrosa para una megaempresa global que busca convertirse en un actor financiero importante de la noche a la mañana, particularmente en la era posterior a la crisis. Después de dos exhaustivos días de interrogatorios, la principal impresión que dejó el testimonio de Marcus fue que una vez que se eliminan las palabras de moda, tales como propaganda y marketing, Facebook simplemente cree que tiene derecho a crear su propia moneda global porque, bueno, es Facebook. Todo lo demás son meros detalles que se completarán más adelante.
Esta visión arrogante ha provocado (con toda legitimidad) la ira de los líderes de ambos partidos, aunque por diferentes razones. Para los republicanos, oponerse a Facebook se trata de defender los intereses de seguridad nacional de los Estados Unidos y evitar que Facebook, que supuestamente tiene un “sesgo de izquierda”, desplace aún más a los famosos de derecha de sus plataformas. Para los demócratas, en cambio, el tema central es la concentración cada vez mayor del poder económico en manos de actores privados que carecen de un compromiso significativo con los valores democráticos. Sin embargo, ambos reconocen que el tamaño y el alcance de Facebook lo convierten en una amenaza directa a la soberanía de las instituciones públicas de gobierno.
Por supuesto, Libra no es el primer ejemplo de una moneda digital privada creada con el objetivo de subvertir la democracia. Bitcoin, que lanzó la criptomoneda de esta generación hace una década, nació de la desconfianza de los gobiernos e instituciones financieras existentes. Su filosofía subyacente está quizás encapsulada en la famosa declaración de los gemelos Winklevoss, ellos mismos ex inversionistas de Facebook, de que habían “elegido poner [su] dinero y fe en un marco matemático [libre] de política y error humano” (Spoiler: Nada está libre de política o error humano.)
Sin embargo, desde aquellos primeros días, gran parte de la creatividad tecnológica y el dinero de los inversores se ha desplazado de las monedas puramente privadas a plataformas e instrumentos que se basan en las monedas públicas y los sistemas financieros existentes. Hoy, la mayoría de las “monedas estables” se asemejan a mejoras incrementales del sistema de pago en lugar de genuinas innovaciones monetarias; los revolucionarios que no murieron como héroes (libertarios) ahora han vivido lo suficiente como para convertirse en villanos (estatistas).
Libra, sin embargo, es diferente. Desde el principio, su deseo no ha sido suplantar o mejorar una moneda nacional en particular, sino utilizar su alcance global y una base de clientes de 2 mil millones de personas para emitir moneda en su propia unidad de cuenta. De hecho, Facebook ha dejado claro que tiene la intención de que las transacciones realizadas en la plataforma Libra se denominen en la propia Libra. En efecto, Libra está diseñada para pasar por encima de la moneda de cualquier nación individual, extrayendo valor y riqueza, incluso si depende de los sistemas monetarios nacionales para funcionar. En ese sentido, su modelo de negocio es similar al de Amazon, que construyó su imperio de entrega de paquetes sobre los servicios de correo público del Servicio Postal de los EE.UU.
La organización de gobierno de Libra es una corporación que reside en Suiza, sin partes interesadas elegidas democráticamente ni representación de clientes. Es responsable ante todo de sus miembros inversionistas corporativos, ninguno de los cuales proviene de países donde un número significativo de personas no cuenta con servicios bancarios. En ese sentido, es como si Facebook comenzara con la moneda global propuesta por John Maynard Keynes, Bancor, o los Derechos Soberanos de Giro (DEG) del Fondo Monetario Internacional, pero luego elimina cualquier responsabilidad democrática y agrega una teoría del valor monetario incoherente.
Libra, así pues, representa la privatización anticipada de un estrato monetario público global que aún no existe: el sueño húmedo de un neoliberal corporativo.
Aparentemente, los saldos de la cartera Libra seguirán siendo convertibles en monedas locales a demanda. Pero no hay existe garantía de que el tipo de cambio entre Libra y cualquier moneda en particular se mantenga estable en el día a día, lo que significa que aquellos vulnerables no bancarizados a quienes Libra pretende servir puedan experimentar una volatilidad significativa en el valor de sus carteras.
En un momento revelador durante la audiencia del Comité, la Congresista Alexandria Ocasio-Cortez le preguntó a Marcus si consideraba la Libra como un “bien público”, como son las carreteras, parques, escuelas y el sistema legal. Él objetó que “cree que una moneda global y una infraestructura financiera deben diseñarse y gobernarse como un bien público”. Fue el único momento durante toda la audiencia cuando Marcus pareció desviar el mensaje (probablemente por el reconocimiento de que sería difícil intentar mentir directamente a un plantel de servidores públicos elegidos).
La Congresista Ayanna Pressley subrayó otro punto crucial: “Libra debe su existencia a las fallas de los gobiernos para desarrollar sus propias plataformas públicas de moneda digital para conectar a las comunidades y las personas de todo el mundo, de manera que fomenten la ciudadanía global y la coordinación, en lugar del aumento de precios y la minería de datos. Como John Kenneth Galbraith observó una vez: la riqueza privada prospera en medio de la miseria pública”.
En ese sentido, quizás los progresistas deberían celebrar a Libra, no por sus “innovaciones”, sino por revelar lo que está en juego en la lucha por el futuro del dinero digital. Por un lado, están los bancos globales, las compañías telecomunicaciones y las tecnológicas, motivadas por el interés propio y los beneficios, destinando todos los días sus considerables recursos a un mayor cerramiento y privatización de la economía global, incluido, en este caso, el sistema monetario mismo.
Por otro lado, están los gobiernos, los servidores públicos, los movimientos sociales y las comunidades locales, que buscan igualdad y libertad contra la discriminación y la explotación. Durante décadas, estos grupos se han resistido a priorizar la reforma monetaria, a pesar de su larga y loable historia en la política progresista. Para bien o para mal, Libra está llevando la reforma monetaria a la vanguardia de nuestra conciencia colectiva y ha hecho imposible ignorarla.
Ahora es el momento de articular una visión audaz y sin complejos para el dinero digital público. Esta visión debe incluir cuentas bancarias públicas gratuitas para todos, idealmente administradas a través de una red de bancos postales ubicados localmente. Se deben establecer nuevas regulaciones bancarias para regular adecuadamente la creación de dinero de crédito privado y tratados internacionales para extender la asistencia de liquidez y limitar la volatilidad de la moneda en las naciones más vulnerables. Con igual grado de importancia, también debe incluir algún tipo de instrumento de efectivo digital que pueda ser propiedad directa de los usuarios e intercambiado a través de una red abierta de billetera descentralizada sin la aprobación de intermediarios externos. Además, las transacciones en efectivo digital deben ser anónimas en denominaciones pequeñas, similares al efectivo físico, para proteger la privacidad y la libertad de las personas comunes contra las amenazas gemelas de la minería de datos privados y la vigilancia pública.
En el pasado, el desafío de las organizaciones progresistas siempre ha sido que teníamos a la gente, pero ellos tenían el dinero. Esta vez es diferente. Tenemos la oportunidad de llevar la lucha directamente hasta ellos y reafirmar el control público sobre el dinero, con suerte, de una vez por todas.