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Lo que es bueno para un empresario individual no beneficia a todos los empresarios en tanto que clase. Si un empresario reduce sus salarios puede, ceteris paribus, aumentar su producción. Pero si todos los empresarios hacen lo mismo, el resultado será totalmente distinto.

Controlar la economía mediante la regulación de la oferta de dinero es como controlar las tasas de nupcialidad regulando la oferta de anillos de boda.

Un dólar del gobierno es una promesa de pago, una promesa de satisfacer una promesa de redimir, al igual que el resto del dinero. Todas las formas de dinero son idénticas en su naturaleza. El ojo no ha visto nunca, ni la mano tocado una Dólar igual que nadie tiene ni ha visto alguna vez una onza, un pie o una hora. Todo lo que podemos tocar o ver es una promesa de pagar o satisfacer una deuda. El crédito y la deuda son ideas abstractas, y no podríamos, aunque quisiéramos, medirlos por el estándar de cualquier cosa tangible.

No hay un "mercado de trabajo". Los trabajadores no tienen otra opción, porque si rechazan los ingresos propuestos por las empresas, mueren.

Los intercambios bilaterales, o el trueque no pueden producir un precio único para una mercancía que le permita actuar como equivalente general, ya sea como medida de valor o como unidad de cuenta. De hecho, dada la famosa ausencia de una doble coincidencia y la existencia de diferentes gustos y preferencias, este resultado es altamente improbable: un centenar de bienes podrían producir 4.950 relaciones de canje […] Un verdadero mercado presupone la existencia de una moneda de cuenta en la cual oferta y demanda pueden ser expresadas en precios. En otras palabras, el dinero de cuenta es lógicamente anterior al mercado.

No hay ingresos fiscales que se redistribuyan porque todo el dinero recaudado a través de los impuestos se destruye instantáneamente. En un moderna economía monetaria, los impuestos no pueden retirar ingresos de los hogares para financiar "transferencias" a los pobres. La redistribución es una mera ilusión basada en un malentendido de la naturaleza del circuito monetario: los impuestos destruyen los ingresos y disminuyen la demanda agregada.

El renacimiento político de la ideología de libre mercado en los años ochenta está, presumo, basada en la notable capacidad del mercado para erradicar la ineficiencia. Pero no todas las ineficiencias son consideradas por igual. En particular, el elevado desempleo representa un desperdicio colosal con el que nadie verdaderamente interesado en la eficiencia puede ser complaciente al respecto. Es irónico y trágico que, al buscar maneras de mejorar la eficiencia económica, se haya ignorado la mayor ineficiencia de todas.

El Pacto de Estabilidad y Crecimiento (PEC) fue diseñado para colocar restricciones obligatorias en la capacidad de los gobiernos nacionales para hacer uso de sus posibilidades de gasto e imposición para cumplir con sus legítimas responsabilidades. Las restricciones, efectivamente, limitan las capacidad de los gobiernos para responder a las crisis y el resultado ha sido que millones de trabajadores de Europa han perdido innecesariamente sus puestos de trabajo cuando la Troika ha coaccionado a los gobiernos para que adopten cambiar a políticas procíclicas, lo cual es anatema de la práctica fiscal razonable.

Los economistas se están fijando a sí mismos una tarea demasiado fácil y demasiado inútil, si en los periodos tormentosos lo único que nos pueden vender es que, cuando amaine y la tormenta haya quedado muy atrás, el mar estará de nuevo en calma.

Separar el trabajo de las otras actividades de la vida y someterlo a las leyes injustas del mercado equivaldría a anular todas las formas orgánicas de la existencia y reemplazarlas por un tipo de organización diferente, atomizada e individual. Este plan de destrucción se llevó a cabo mediante la aplicación del principio de la libertad de contrato.

La creación constante de créditos y deuda y su extinción siendo cancelado uno contra el otro forma todo el mecanismo del comercio.

Ningún país, sin importar su riqueza, puede permitirse el derroche de sus recursos humanos. La desmoralización causada por el desempleo masivo es nuestra mayor extravagancia. Moralmente es la mayor amenaza a nuestro orden social.

La población utiliza los depósitos bancarios como dinero, y los bancos utilizan los depósitos de la Reserva Federal como dinero. Esta es la característica fundamental de la jerárquica de nuestro sistema de dinero y banca.

Cada vez que escucho a un economista [...] decir la palabra "eficiencia" (o "productividad") puedo aventurar, con un margen de cerca del 100% de precisión, que no tiene la más mínima idea de lo que está hablando. Con raras excepciones, se está gestionando de manera inapropiada un término de ingeniería para un proceso económico que no comprende.

El gobierno debe ajustar sus tasas de gastos e impuestos de tal manera que el gasto total en la economía no sea, ni más ni menos, que el suficiente para mantener la producción al nivel de pleno empleo a precios corrientes. Si esto significa tener déficit, mayor endeudamiento, "impresión de dinero", etc., entonces estas cosas en sí mismas no son ni buenas ni malas, son simplemente los medios para alcanzar los fines deseados de pleno empleo y estabilidad de precios.

Los impuestos son el motor detrás de la transferencia de recursos reales de los sujetos a la autoridad. El dinero es el vehículo. La transferencia de recursos se debió en parte a la provisión de la propia autoridad, y en parte para permitir a la autoridad redistribuir el excedente de sus dominios de forma más equitativa, en el contexto de las costumbres sociales y culturales religiosas de la época. En un sentido, ed dinero es una criatura del estado, un bien público, y un mecanismo de redistribución empleado por el estado, para bien o para mal.

No hay una crisis financiera tan profunda que un suficiente recorte de los impuestos o incrementos del gasto público no pueda resolver.

Lo que es bueno para un empresario individual no beneficia a todos los empresarios en tanto que clase. Si un empresario reduce sus salarios puede, ceteris paribus, aumentar su producción. Pero si todos los empresarios hacen lo mismo, el resultado será totalmente distinto.

Controlar la economía mediante la regulación de la oferta de dinero es como controlar las tasas de nupcialidad regulando la oferta de anillos de boda.

Un dólar del gobierno es una promesa de pago, una promesa de satisfacer una promesa de redimir, al igual que el resto del dinero. Todas las formas de dinero son idénticas en su naturaleza. El ojo no ha visto nunca, ni la mano tocado una Dólar igual que nadie tiene ni ha visto alguna vez una onza, un pie o una hora. Todo lo que podemos tocar o ver es una promesa de pagar o satisfacer una deuda. El crédito y la deuda son ideas abstractas, y no podríamos, aunque quisiéramos, medirlos por el estándar de cualquier cosa tangible.

No hay un "mercado de trabajo". Los trabajadores no tienen otra opción, porque si rechazan los ingresos propuestos por las empresas, mueren.

Los intercambios bilaterales, o el trueque no pueden producir un precio único para una mercancía que le permita actuar como equivalente general, ya sea como medida de valor o como unidad de cuenta. De hecho, dada la famosa ausencia de una doble coincidencia y la existencia de diferentes gustos y preferencias, este resultado es altamente improbable: un centenar de bienes podrían producir 4.950 relaciones de canje […] Un verdadero mercado presupone la existencia de una moneda de cuenta en la cual oferta y demanda pueden ser expresadas en precios. En otras palabras, el dinero de cuenta es lógicamente anterior al mercado.

No hay ingresos fiscales que se redistribuyan porque todo el dinero recaudado a través de los impuestos se destruye instantáneamente. En un moderna economía monetaria, los impuestos no pueden retirar ingresos de los hogares para financiar "transferencias" a los pobres. La redistribución es una mera ilusión basada en un malentendido de la naturaleza del circuito monetario: los impuestos destruyen los ingresos y disminuyen la demanda agregada.

El renacimiento político de la ideología de libre mercado en los años ochenta está, presumo, basada en la notable capacidad del mercado para erradicar la ineficiencia. Pero no todas las ineficiencias son consideradas por igual. En particular, el elevado desempleo representa un desperdicio colosal con el que nadie verdaderamente interesado en la eficiencia puede ser complaciente al respecto. Es irónico y trágico que, al buscar maneras de mejorar la eficiencia económica, se haya ignorado la mayor ineficiencia de todas.

El Pacto de Estabilidad y Crecimiento (PEC) fue diseñado para colocar restricciones obligatorias en la capacidad de los gobiernos nacionales para hacer uso de sus posibilidades de gasto e imposición para cumplir con sus legítimas responsabilidades. Las restricciones, efectivamente, limitan las capacidad de los gobiernos para responder a las crisis y el resultado ha sido que millones de trabajadores de Europa han perdido innecesariamente sus puestos de trabajo cuando la Troika ha coaccionado a los gobiernos para que adopten cambiar a políticas procíclicas, lo cual es anatema de la práctica fiscal razonable.

Los economistas se están fijando a sí mismos una tarea demasiado fácil y demasiado inútil, si en los periodos tormentosos lo único que nos pueden vender es que, cuando amaine y la tormenta haya quedado muy atrás, el mar estará de nuevo en calma.

Separar el trabajo de las otras actividades de la vida y someterlo a las leyes injustas del mercado equivaldría a anular todas las formas orgánicas de la existencia y reemplazarlas por un tipo de organización diferente, atomizada e individual. Este plan de destrucción se llevó a cabo mediante la aplicación del principio de la libertad de contrato.

La creación constante de créditos y deuda y su extinción siendo cancelado uno contra el otro forma todo el mecanismo del comercio.

Ningún país, sin importar su riqueza, puede permitirse el derroche de sus recursos humanos. La desmoralización causada por el desempleo masivo es nuestra mayor extravagancia. Moralmente es la mayor amenaza a nuestro orden social.

La población utiliza los depósitos bancarios como dinero, y los bancos utilizan los depósitos de la Reserva Federal como dinero. Esta es la característica fundamental de la jerárquica de nuestro sistema de dinero y banca.

Cada vez que escucho a un economista [...] decir la palabra "eficiencia" (o "productividad") puedo aventurar, con un margen de cerca del 100% de precisión, que no tiene la más mínima idea de lo que está hablando. Con raras excepciones, se está gestionando de manera inapropiada un término de ingeniería para un proceso económico que no comprende.

El gobierno debe ajustar sus tasas de gastos e impuestos de tal manera que el gasto total en la economía no sea, ni más ni menos, que el suficiente para mantener la producción al nivel de pleno empleo a precios corrientes. Si esto significa tener déficit, mayor endeudamiento, "impresión de dinero", etc., entonces estas cosas en sí mismas no son ni buenas ni malas, son simplemente los medios para alcanzar los fines deseados de pleno empleo y estabilidad de precios.

Los impuestos son el motor detrás de la transferencia de recursos reales de los sujetos a la autoridad. El dinero es el vehículo. La transferencia de recursos se debió en parte a la provisión de la propia autoridad, y en parte para permitir a la autoridad redistribuir el excedente de sus dominios de forma más equitativa, en el contexto de las costumbres sociales y culturales religiosas de la época. En un sentido, ed dinero es una criatura del estado, un bien público, y un mecanismo de redistribución empleado por el estado, para bien o para mal.

No hay una crisis financiera tan profunda que un suficiente recorte de los impuestos o incrementos del gasto público no pueda resolver.

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