EL MERCADO ES UNA CONSTRUCCIÓN SOCIAL ESTATAL

El dinero no solo precede a los mercados y a los intercambios reales tal y como son entendidos en la economía dominante sino que también emerge como un mecanismo social de distribución, generalmente por el poder de alguna autoridad (ya sea una antigua autoridad religiosa, un rey, una potencia colonial, un moderno estado-nación, o una unión monetaria). El dinero, puede decirse, es una “criatura del estado” que ha jugado un papel clave en la transferencia de recursos reales entre las partes y la distribución del excedente económico

Pavlina Tcherneva, Money Power and monetary regimes 2016

El mercado no es un fenómeno natural, no tiene características fijas e ineluctables. El mercado es una construcción social cuyo funcionamiento puede responder tanto al interés general como a la exclusiva ventaja de intereses particulares. Tras la violencia del mercado y, en particular, tras el desempleo que aflige el así llamado “mercado del trabajo” –el sistema de compraventa de la fuerza de trabajo–, se ocultan opciones políticas en lo que respecta a la medida en la cual dejar inactivo el tejido económico, opciones que pasan siempre por las decisiones en el ámbito del gasto público y de la tributación. Rigurosos y arbitrarios límites al déficit, como los vigentes en la UE, comprometen a priori el resultado de la vida económica de las personas. También de aquéllos más meritorios y capaces.

La TMM ilustra como los mercados en las diversas divisas específicas, los sistemas generalizados de venta de trabajo, bienes y servicios a cambio de una moneda establecida, son construcciones sociales públicas. Construcciones erigidas de modo colateral a partir del poder de imponer a los residentes en un territorio determinado una tributación denominada en una cosa específica, generando en la población la oferta de trabajo de personas y bienes y servicios de las empresas a la autoridad política monopolista de la moneda y a quienquiera que haya obtenido su moneda, dando por consiguiente lugar al mercado, que de hecho es pues uno de los productos de esta construcción social artificial, y por tanto no existe en condiciones “naturales”.

La existencia de un mercado se basa en la existencia de una moneda específica que hace necesarios los intercambios. La “confianza” por parte de los agentes al aceptar la moneda como “dotada de valor” se basa sobre el hecho de que esta moneda será el único medio aceptado como pago de los impuestos por parte de la autoridad política que impone los tributos. Este es el fundamento del “valor” de la moneda. Los impuestos dan lugar al mercado.

Las monedas y sus mercados son creaciones estatales. No existían el franco suizo ni el sistema de compraventa de la fuerza de trabajo en francos suizos antes de que el estado helvético lo concibiese, y lo mismo vale para la corona noruega o cualquier otra divisa estatal.

Las precondiciones para el mercado en una cierta moneda son impuestas por el creador de dicha moneda, y nadie tiene una capacidad de gasto igual a la de su monopolista. La moneda es de hecho impuesta por el estado como mecanismo para aprovisionarse de parte de la producción económica.

Nadie es financieramente más sólido que el estado soberano en el ámbito de lo que se halla denominado en su divisa. Un estado dotado de una moneda propia en régimen de cambio fluctuante, no vinculado a las divisas de otros estados o a metales preciosos (ni a ninguna otra mercancía), jamás dejará de pagar sus deudas denominadas en la moneda de la cual es el monopolista. Esta es la verdad que las oligarquías ocultan para conservar el control sobre la sociedad.

Cuando se trata de euros, nadie es más fuerte que la Unión Económica y Monetaria Europea (UME), y todos los limites financieros que la UME se impone, como también hacen los EEUU y muchas otras autoridades políticas monopolistas de la propia divisa, son auto-imposiciones. Son opciones políticas justificadas con una narración falsa, son la plaga.

El estado monopolista de la divisa tiene siempre la posibilidad de conseguir que en la economía haya un gasto suficiente para activar completamente la capacidad productiva y la fuerza de trabajo presentes sobre el territorio. Los EEUU, el Reino Unido, y técnicamente también la UME como cualquier sujeto monopolista de la moneda, tienen siempre la posibilidad de eliminar el desempleo y eliminar el cuello de botella monetario al pleno desarrollo económico y social, a la completa expresión de las potencialidades sociales y economicas de los pueblos.

El estado monopolista de la divisa tiene la posibilidad de configurar aquello que caracteriza los sistemas capitalistas, la compraventa de la fuerza de trabajo, poniendo fuera del mercado puestos de trabajo caracterizados por una remuneración inferior al umbral de la pobreza y por condiciones degradantes, maximizando simultáneamente la estabilidad de precios.

Los estados pueden no obstante – y frecuentemente lo hacen – decidir auto-limitar su propio espacio de actuación vinculando el uso de su divisa a tipos específicos de cambio con otra divisa o mercancía o bien, directamente, limitando el gasto público.